31 mayo, 2006

Pollitos locos... o agapornys con mucha personalidad

“Qué haces? A dónde vas?... Qué es eso?... Ya vas a empezar con la pedidora de besos?! ‘Ta bien, pues, un besito… Más besitos, varios, para que no te quejes, ah?… Otro más? No te cansas? Ja,ja,ja,ja,ja… Qué cosa tan seria que eres….

NO! No me gusta eso y lo sabes!... No!! Qué fastidio contigo, chico! … Ja,ja,ja,ja,ja,ja! Me haces cosquillas!! Ja,ja,ja,ja,ja,ja… Noo!! Pero qué abusadorcito que eres…

Y ahora qué quieres?... A dónde vas?!!!... Pero qué abuso!! En mi escote a cuenta de qué?... No vale, esto se cuenta y no se cree…”

Precisamente por esto último es que me decido a contarlo, a ver quién me cree. De un tiempo a esta parte, he tenido que convivir con un cierto individuo de maneras peculiares y de costumbres, digámoslo así, bastante inusuales

El nombre del individuo? Barbarito. Sí, tocayo del difunto cantante cubano Barbarito Diez (es que la canción “Frenesí” le iría de perlas para definir su filosofía de vida, me parece). Su edad es una pequeña incógnita pues nadie sabe la fecha exacta de su nacimiento, aunque todos saben bien que es un jovencito muy simpático…

Se le ve siempre de traje vistoso y con los ojos muy abiertos. Es de una naturaleza inquieta y muy espabilada. Ingenioso y creativo, no se puede negar que se gana cada beso que pide.. .y si no se los gana, se los damos de buen grado. Y esa es otra: tiene una falta de cariño que parece infinita! O eso es lo que yo intuyo por la forma en que pide besos al que se le acerca. Se le queda viendo fijamente a uno y se lanza esperando que le den su beso…

Es muy pero muy confiado: nunca se le verá dudando de que alguien le de la mano cuando lo necesite. Sabe, lo intuye, que nadie lo dejará caer… literalmente:

El personaje es tan colorido como su plumaje. Sí, no me equivoque, plumaje. Es que se trata del periquito de mi hermana. Anteriormente hablé de él en mi blog de los Exilios, para ser más específica, en dos posts: uno sobre sus primeras travesuras y otro sobre sus ocurrencias posteriores.

Corre de un lado a otro de su jaula pidiendo que lo saquen, come semillas de girasol pero si lo dejan suelto por la mesa también podría comerse un pedazo de hilo que se consiga mal puesto. Si ve un papel... han visto perforadoras de documentos? Bueno, versión mini? Se hacen una idea? Así hace cuando ve n pedazo de papel: repasa toda la orilla del papel haciendo huequitos con su pico. Una vez lograda la medida que quiere, arranca con la pata el pedacito de papel y procede a mordisquearlo para lograr hacer de esa tirita de unos 2 cms de largo y 3 mms de ancho... una pelotica mínima!

Se emociona con una campanita que le colgaron en la jaula, se pasa de mano a hombro y de hombro a hombro, vuela buscando la voz de la persona que quiere que le colme de besitos, le fascinan las melenas largas para perderse en ellas y treparse de los hombros a la coronilla (cima de la cabeza) del que lo sostiene y pide su bañera para que lo bañen. Cualquier cosa que se mueva rítmicamente le llama la atención y, según parece, le gusta la música de Green Day. Es, ya lo ven, un personaje.

Pero, como no bastara con uno, ahora tenemos a dos. Mafalda, la nueva amiguita de Barbarito, es también un agaporny, pero su personalidad es totalmente diferente. Mafalda es muy independiente y anda a su bola. Mientras Barbarito gusta de explorar las cosas que uno le propone, Mafalda se busca horizontes para investigar. ¿Pequeño detalle? Barbarito sabe volar y controlar distancias. Mafalda parece un “kamikaze con plumas”: se lanza hacia ese horizonte por descubrir sin preguntarse mucho de controles del vuelo para girar o cómo frenar!

Ella descubre el mundo por imitación de lo que Barbarito le propone y luego, como buena Mafalda, hace su interpretación de lo que ve y lo que le pasa. Reacciona a su manera, incomprensible para nosotros en casa. Se abre paso en nuestros corazones y se pone a analizarlo todo con calma... y a picotones feroces. Sí, no termina de entender que no tiene por qué picotearnos, no le vamos a hacer nada malo...

En fin, dejo acá constancia fotográfica de escenas tiernas de “pollitos” locos haciendo cosas inauditas en periquitos. Cosas que sólo se explican por “excesos de personalidad”, como diría alguien que conozco, típicos de los agapornys...

(PD: no logro motnar las fotos!! Esto no es justooooo!!! Tan pronto logre averiguar por qué no me las monta, les aseguro que lo resuelvo y les pongo las fotos de los chicuelos emplumados!)

19 mayo, 2006

Contigo

Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena de un sofá.
Yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado con ganas de llorar.

Yo no quiero vecinas con pucheros,
yo no quiero sembrar ni compartir,
yo no quiero 14 de febrero,
ni cumpleaños feliz.

Yo no quiero cargar con tus maletas.
yo no quiero que elijas mi shampo,
yo no quiero mudarme de planeta, cortarme la coleta, brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde.

Yo no quiero columpio en el jardín.
Lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí.

Coro:
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor, cuando no muere mata.
Porque amores que matan, nunca mueren.

Yo no quiero juntar para mañana.
No me pidas llegar a fin de mes.
Yo no quiero comerme una manzana,
dos veces por semana, sin ganas de comer

Yo no quiero calor de invernadero
yo no quiero besar tu cicatriz
Yo no quiero Paris con aguacero,
ni Venecia sin tí.

No me esperes a las 12 en el juzgado.
No me digas "volvamos a empezar."
Yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad.

Yo no quiero saber por qué lo hiciste.
Yo no quiero contigo ni sin tí.
Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí (Coro)
(Repetir el coro)

Contigo. Joaquín Sabina. Del album "El hombre del traje gris".

De Joaquin Sabina no soy fanática. Es más, siendo honesta, me parece que el man ni canta, sino que recita con música al fondo. Letras? Le habré oído unas 5 canciones y como no me gustaran las otras 4 que oí, me quedé con la única que me gustó: Contigo. Y ya, ni me molesté en seguir explorando el trabajo del Sr. Sabina.

Lo siento si les parece que no tengo sensibilidad ni oido musical, si no sé apreciar el arte verdaderamente o la verdadera arte. Desolée. No quiere decir tampoco que esté cerrada a la discografía de Sabina: si alguien sabe de alguna canción que sea recomendable por la letra, que mueva mundo (como parece que le abundan pero que yo no me he encontrado), bienvenida sea su sugerencia y dígamela que yo me la busco!

Pero, por el momento, me basta con saber que si no me gusta no me quedo con eso. En ese sentido, se puede decir que soy genuina. Y genuinamente puedo decir, sin ningún tapujo, que esta es la única canción de Sabina que me gusta. La única que podría decir que "amo" de ese cantautor. Y por eso me voy a poner a hablar de esta canción. Porque me gusta. Porque me da vueltas en la cabeza desde que me la recordó un amigo con quien la canté a dúo hace ya cosa de 2 meses... tras unos 2 años sin oirla.

Me sorprendí de haberla recordado. Entonces yo no le hallaba la lógica. Sólo la encontraba "una opinión válida sobre lo que debe ser una relación para alguien". Ahora, tras dos años y una relación con altibajos, con cotidianidad, con rutina que deslava la dulzura y el encantamiento inicial de cualquier relación, consigo que la canción es perfectamente lógica y resulta maravillosamente acertada. A mi amigo le gusta por alguna razón que no conozco. A mí me gustaba porque me parecía un "decreto a la emancipación interior". Ahora me gusta porque "es casi al calco mi filosofía de vida de aquí en adelante en materia de relaciones".

A ver si me explico bien... no es la postura "egoista" la que prela en la canción, a diferencia de lo que pueda parecer a muchos de los que la han escuchado conmigo. Es más bien como una sátira sutil de los absurdos considerados "normales" por la sociedad en materia de vida de pareja. Es que, en el mundo de fantasías al que el colectivo empuja a una pareja, se consigue uno con cada absurdo... como los que exagera Sabina con sus figuras de "besar tu cicatriz", para versar sobre el tema de 'amar hasta los defectos de la persona que se ama', o la de "mudarme de planeta", como en aquella idealización celebérrima según la que 'los amantes han de tener su tierra aparte'. O, aún, la de "Paris con aguacero" que exagera aquella frase de la prédica popular en materia amorosa que dice algo como 'contigo, a dónde sea... que por amor todo se vale' o la de 'contigo pan y cebollas'...

Yo la encuentro sensiblemente acertada como manera de enfrentar el amor sin desatinos ni exageraciones, sin clichés ni sobreproducciones. Una sana manera de evitarse idealizaciones que terminan siendo frustraciones, como la fantasía de un amor "perfecto", con una pareja que resulta ser la ideal, en una escena soñada del tipo de las películas americanas, donde hay un lindo recibo y nosotros nos sentamos junticos en un sofá... o la de un amor en el que con los años ambos cultivemos en el jardín, y en un columpio nos sentemos a ver la vida pasar... juntos en el ocaso de nuestras vidas... Me empalagué con la visión, se los confieso.

Sin embargo, la canción conserva un aire de verdadera ternura. "No quiero calor de invernadero", lo que quiero es sentarme contigo a abrazarnos y hablar, o ver tele compartiendo un abrazo... no quiero un domingo por la tarde porque cualquier tarde puede ser como la de un "domingo por la tarde" de las fantasías.

Se ve una sinceridad que comulga con el respeto: no quiero besar tu cicatriz, te acepto como eres pero no me gusta besarla, no te impongo besar mis cicatrices, respétame por favor... yo no me meto con tus cosas, no te metas con las mías tú tampoco y, por favor, no me compres el shampoo que tu quieras, respeta mis gustos.

Y hay un mucho de romanticismo como la que refleja la frase de "ni Venecia sin tí" en clara alusión al deseo de no caer ni en los excesos líricos de ser felíz como Fred Astaire, bailando bajo la lluvia, pero tampoco quiere ver un sitio "tradicionalmente señalado como sitio turístico para enamorados" sin esa persona que ama.

Es muy humana, al final. Con las frases de "yo no quiero sembrar ni compartir" y la de "yo no quiero juntar para mañana" revela algo de la más genuinas de las verdades de la condición humana, que es casi un drama per se: no sabemos compartir y no tenemos ánimos de que ningún ser nos arrebate lo que hemos conquistado para nosotros mismos. Se nos da mal ceder mucho espacio en la pareja para la llegada de un nuevo miembro y muchas cosas se mueren en la convivencia, que se resigna a ser 'el espacio para que todos vivamos juntos' pero no 'el espacio que solía bastarnos y contenernos a los dos'. Lo de "juntar para mañana" se pone en el bando de 'podemos olvidarnos de esto y aquello, hay que hacer planes para un futuro que no sabemos si nos pertenecerá pero que ya, nos dicen muchos, va siendo tiempo de empezar a construir". Es un poco jalado de los cabellos tanto espíritu bohemio pero al final, creo, se necesita un poco de ese espíritu para no dejar morir la relación de pareja a pesar de... lo que sea! Viajes, trabajo e, incluso, hijos.

"No me esperes a las 12 en el juzgado. No me digas 'volvamos a empezar.' " Nada es lo normal en esta relación. Lo "normal" es una trampa, y te invito a lanzarte conmigo a una aventura inconvencional. Así parece decir Sabina en estas afirmaciones. O en las de "Yo no quiero ni libre ni ocupado, ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad." Ni ataduras, ni separaciones, ni lujuria ni ausencia de deseo, ni vanidad ni arrogancias... cero extremos, cero "jueguitos" de hacerse el/la importante. Unicamente la verdad. Si te quiero, te lo digo, si no, también.

"Yo no quiero saber por qué lo hiciste. Yo no quiero contigo ni sin tí. " El pasado importa poco, sólo tenemos el presente, el futuro es incierto.. y no quiero estar contigo todo el tiempo, pero sin tí tampoco.

Y luego me dice alguien que la canción es egoista. A mí me parece sublime...

18 mayo, 2006

¿Para quién "trabajo"?

Hora "pico" en cualquier capital latinoamericana: congestión en el tráfico, gente con mal humor unos y alegría por la jornada que termina otros, smog, el conductor de un autobús que por enésima vez vuelve a decir cuál es su destino (aunque lo lleva escrito en un cartelito que pende de su ventana delantera), mucha pero mucha gente y el sol que se empieza a ocultar en el fondo de este hormiguero bullicioso.

Caracas, a hora pico, con una amenaza de lluvia que, sin embargo, no se decidía a arrancar a llorar para liberarse parcialmente de la polución que, cual elefante, la aplasta y la hace ver aún más valle, aún más gris.

Iba yo en el autobús del metro de Caracas que me llevaría a mi casa. A mi lado, apretujada en el corredor del autobús, una chica hablaba con un amigo más o menos de su edad, unos 30 años como mucho. Iba ella vistiendo el uniforme de su trabajo: pantalones negros, camisa blanca de cuello almidonado, chaleco vino con el logo del sitio en que trabaja bordado en azul marino a máquina. De repente, me dí cuenta que el amigo había comenzado a preguntarle a la chica sobre su trabajo, en un importante centro médico privado de la capital:

-Ah! Entonces ya tu tienes tiempo trabajando allí, ¿no?
-Sí, bueno, ya como unos seis meses...
-Ah! Y trabajas directamente para... ?
- El centro "X", claro!

Me dí cuenta entonces, viendo la cara de ambos, que el se sentía un poco defraudado por no recibir un nombre que le diera un rostro definido, aunque él no lo conociera, al ser para el que trabajaba su amiga. Ella, por su parte, se sentía perfectamente útil e identificada con su misión en la institución para la que trabaja, un ente ambiguo e inasible para su amigo pero perfectamente comprensible y abarcable para la razón de ella.

A mí, la escena me dejó pensando. Ambos tienen razón. A veces deseamos saber "para quién" (un objetivo, evento, situación) estamos estudiando esta lección en particular o, lo que es lo mismo, "trabajando" en este preciso lugar y momento que nos parece aburrido o sin mucho sentido. Necesitamos un nombre que nos dé un rostro claro de lo que podremos hacer con este conocimiento preciso y determinado.

A veces, el saber que trabajamos para una "institución" (objetivo, evento, situación) con tal o cual misión nos basta y nos sobra como motivación para aprender la lección que estamos estudiando. El sabernos una partecita del engranaje que apunta a cierta dirección, nos alienta a seguir adelante.

En ocasiones, podemos tener ambas visiones mezcladas: no saber por qué trabajamos pero sentirnos parte del engranaje que mueve el gran mecanismo, podría ser más que suficiente para estimularnos a seguir, aún sin tener un rostro definido que nos indique con precisión para "quién" trabajamos.

A menudo, en mi vida en esta etapa del camino, me encuentro con esta última visión: no tengo claro para qué sirven exactamente todas las lecciones que hasta hoy he aprendido, sé que son útiles porque de repente digo "Ah! para esto tenía que haber vivido aquello y, como sí lo había vivido, supe resolverlo..." pero no siempre tengo claro en qué momento podré usar esto que aprendo ahora. Lo que sí tengo muy claro es que no siempre aprendo para mí.

Es más, estoy segura que muchas veces estoy en mi camino pero coincidiendo con el camino de alguien, con el fin último de darle apoyo, información o consejo sobre algo que le acontezca. Eso sí, como a mis "jefes" no les gusta verme ociosa, muchas veces hacen que esa persona a la que ayudo me diga o me haga algo que me ponga a pensar, o me haga replantearme ideas dogmáticas o valores predefinidos que tengo por ahí, en mi mentecita.

Lo cierto del caso es que, casi nunca sé para qué trabajo. Y creo que así se vive mejor: uno es pieza importante del engranaje que mueve la maquinaria, pero como está tan concentrado en hacer bien lo suyo, se olvida de lo demás y de sí mismo y, sin ego, se convierte en instrumento de algo grande destinado a otra persona... y, con suerte, a muchas personas.

Gracias a todos los que han estado allí desde antes de hoy; como siempre, hoy... y desde hoy hasta que deba ser... Sí, incluido tú, R.

10 mayo, 2006

La Yaya

Tuve la ocasión de conocer una vez a cierta señora que, en su familia, apodaban "La Yaya". Su nombre verdadero, muy típicamente peninsular, no tenía absolutamente nada que ver con el apodo que le daban. Ante la pregunta de por qué el apodo, respondía su nuera "es que así le decía Carlitos cuando estaba chiquito porque no podía pronunciarle el nombre y se quedó así para siempre..."

Carlitos, como muchos niños, rebautizó a su abuela. Para él, seguramente, el descubrimiento de ese ser fue algo especial y quizo llamarla por el nombre por el que más oía que la nombraban. Y como su incipiente motricidad oral no daba la talla para pronunciar "ese" nombre, él se acuñó uno que sí podía pronunciar. Y resolvió llamar a esa señora que él quería que volteara a verlo y le prestara atención, Yaya. Lo que no supo ese chiquito fue que le cambió hasta la costumbre a la familia, seguramente porque la abuela se enterneció hasta la última fibra al oir ese remedo que reflejaba un gigante esfuerzo por pronunciar su nombre.

Ya de grande, siendo un "Carlos" y no un "Carlitos" (su mamá siempre lo llamó igual, ya se sabe que para las madres uno nunca crece...) miraba a su abuela con desdén, como un mueble más de la casa. Y no lo digo porque no le tuviera aprecio ni cariño, tampoco quiero decir lo contrario, sino que la expresión viene a referirse a que la tomaba como "algo permanente e intrínseco a la rutina, algo para quedarse por siempre, algo inalterable porque tiene allí desde antes de que yo naciera y no creo que sea para siempre pero sí va a durar mucho tiempo más, así que me da igual verlo o no verlo, seguirá por ahí, en la casa".

Hoy La Yaya se murió. La edad? Y poco importa. No quería morirse, eso lo sabemos varios que más o menos tuvimos contacto con la familia. El hijo, el papá de Carlitos, dijo de ella una vez "es que mi mamá tiene todo malo pero no quiere morirse. Mi tío tiene todo bueno pero no quiere vivir". Y sí, es posible, porque para La Yaya todos los días eran un poquito iguales a ayer pero un poquito como ningún otro y había que ver qué llegaba de nuevo.

Y hoy se murió La Yaya como se muere la gente: dejándonos sin saber por qué se van. Me imagino que su familia la llorará, supongo que yo debería sentirme triste porque no la veré sonreir nunca más, quizás nadie la llore porque ya estaba muy viejita y más encorvadita que un seis y muy deteriorada y, por crudo que parezca a algunos, era mejor que dejara de sufrir...

Es que, en mi opinión, en los funerales es donde se oyen más visiones auténticas de lo que para cada uno es la vida, por irónico que parezca. Para algunos es un camino tan arduo y cansón que la muerte no es sino el descanso final. Para otros no es sino una injusticia muy grande...contra mi persona, claro, porque la vida es la razón para compartir conmigo y si no está acá me quedo solo. Para otros no es sino una pena muy honda que aniquila el sentido al resto de lo que sea esa enorme amorfidad difícil de definir y que llaman vida. Para otros no es sino la consecuencia lógica de nacer. En fin, para gustos, colores.

Lo que me parece más significativo de los funerales y otros "ritos de paso" es que sirven para que los vivos se hagan a la idea de que el otro no estará más en este estadio de la materia, por no entrar en detalles ni metafísicos ni espirituales. Toda religión, toda práctica espiritual establece ritos y procedimientos para ayudar a ese que nos deja a "cruzar para el otro lado". Como quiera que se llame el "lado" según la práctica espiritual en cuestión.

El tema de la muerte es un poco "recurrente" en mi vida en estos tiempos. La muerte de un ser que me fue muy cercano, aclaro. No es lo mismo que se muera alguien que yo no conocía de palabra o trato a que se muera alguien con quien compartí un buen trecho de mi llamada "vida adulta". Tampoco quiero decir que la muerte de alguien que no conozco de palabra o trato me deje indiferente, simplemente hago la aclaratoria de que la muerte de alguien que llegamos a estimar o querer resulta muy distinta a la de alguien que quizás nunca tuvimos la ocasión de percibir en su humanidad.

Como no poca gente, la muerte de un ser cercano a mis afectos me ha cambiado un poco la visión de las cosas y me ha servido para relativizar valores que yo consideraba imprescindibles, intrínsecos, aceptados o indisociables de la condición humana. Y sí, ya lo sé, estos cambios ocurren porque me dí cuenta de que yo soy vulnerable a ese fenómeno. Yo soy humana. Yo puedo morir en cualquier momento. Yo puedo dejar de ser lo que soy, lo que fui y lo que todavía no planeo ser simplemente porque estoy viva y me puedo morir. Soy vulnerable. Y ese concepto no lo tenía antes y no lo había valorado sino como algo que "le pasa a otros".

La cotidianidad nos da, muchas veces al día, la oportunidad de practicar el morir. Dormir es como estar muerto: uno no sabe nada de lo que pasa a su alrededor y nadie que esté cerca de tí sabe dónde está tu mente en ese momento ni por qué blanqueas los ojos o roncas en determinado momento y no otro. La respiración comienza y, si no expulsamos el aire de los pulmones, podemos morir ahogados con aire. También podemos morir si no tomamos aire. Cualquier cosa que traguemos nos puede producir un atascamiento que nos deje sin aire ni para toser y moriremos por asfixia. Podemos morir de causas menos evidentes y más efectivas, llamémoslas "defectos técnicos del cuerpo", como los infartos o las embolias. Y no sigo porque no sé quién me esté leyendo y cuan hipocondríaco sea...

Sin embargo, siendo tan vulnerables, no termino de entender por qué la gente llora cuando se trata de un muerto. Creo que lo que más se oye decir cuando alguien que uno quiere se muere es "se fue". Y creo, dicho por mi experiencia personal, que somos unos egoistas de primera que sólo piensan en que "se fue y me dejó solo a mí, acá... a mí, a quien dijo amar tanto!!". Y de ahí que no sean pocos los que hasta imprecan al muerto "haber sido injustos" o "haber abandonado" al que los llora.

Así, nadie llora al muerto. En realidad creo que lloramos porque nos dejaron solitos y nos parece injusto que no podamos tener más ese cariño, y no otro, que nos llenaba de tanto gozo. Lloramos por nosotros, no porque el otro se murió...

Tampoco entiendo por qué nadie ve a la muerte como una fiesta. No sé si se han fijado que los velorios y entierros reune más gente que los bautizos y matrimonios a veces. Sí, salen a relucir los amigos de verdad y los interesados, los que "por cumplir" van a saludar a la familia del difunto y los que sienten que les entristece la muerte de esa persona con la que no tenían un vínculo estrecho pero que conocian de alguna forma. Hay mucha gente que no marca la diferencia en el corazón del que está compungido hondamente por la partida de un ser querido, es cierto. Pero debería alegrarnos ver tanta gente junta, o por lo menos debería alegrarnos saber que si uno se va, nos deja algún amigo que nos ayudará a sacar adelante lo que sea porque se ve que está en las buenas y las malas de uno.

Para mí, si puedo ser honesta, hoy debería festejar por la Yaya. Acaba de nacer a "otro plano" como lo llaman algunos. Yo no lo conozco pero sé que se la pasa uno bien porque me lo ha dicho alguien que está por allá. Es que hasta un pedacito me mostró en su rostro... y me pareció tan bonito que, creo, voy a poder aceptar con relativa calma cualquier muerte que me toque hondo. Al fin y al cabo, sé que todo es muy bonito por allá. Más que lo más bonito que haya visto con estos ojos. Se le llena a uno el corazoncito de alegría y calma, saben?

Sí, sí, para mí esto de vivir es sólo algo temporal, lo permanente es lo otro, lo que está más allá de nuestra humanidad, esa espiritualidad que nos hace conmovernos y enternecernos, esa ánima que nos hace saltar al vacío confiando en que caeremos seguros y no nos perderemos en el abismo de cualquier proyecto o aventura. Ese intangible que nos hace sentir que alguien que vemos es digno de todo nuestro amor y que nos hace repeler algo que nos parece absolutamente cruel o injusto. Ese mismo intangible que hace que algunos se juren no abandonar al otro que aman tanto y no cejar en su empeño de buscarlo hasta encontrarlo en lo que suponemos será otra vida, u otro plano, u otra área de nuestro intangible perpetuo que nos hace más que carne y huesos.

Y como el alma de La Yaya sigue, yo sigo creyendo que mejor me sonrío con ella porque, al fin y al cabo, no la veo pero sé que sigue por ahí, pensando que cada día en "el otro lado" es un buen día porque es un poquito igual a ayer pero un poquito como ningún otro y hay que ver qué llega de nuevo...

04 mayo, 2006

Lección para el profesor

Tengo años dando clases.

En esos años he aprendido que el maestro casi siempre es alumno. Y el alumno que hoy es maestro puede que mañana no lo sea.

He aprendido que, como profesora, no debo exigirme a dar absolutamente todo lo que sé de este tema, sino a aceptar que si se me olvidó algo, en la próxima clase puedo y debo darlo.

Sé también que no debo dar la clase como la estructuré y la medí, sino como salió, en el momento en que apareció dar esta información y de la manera en que debí explicarla.

También he descubierto, con el tiempo, que cada alumno es distinto, que cada clase es diferente y que cada grupo al que le doy clases es único.

He visto que dar la misma materia, el mismo día, con el mismo material preparado, nunca resulta en lo mismo y la materia nunca se da de la misma forma. Enseño las mismas cosas, pero no de la misma forma.

Y la vida se parece a un aula de clases...

He venido a enseñar a algunos. A veces son clases en grupo y a veces individuales. Sé más que ellos y es mi deber recordar ser paciente y respetuosa de sus ritmos de aprendizaje.

Debo darles una materia en específico y debo cubrir ciertos temas en un cierto orden, pero debo hacerlo de la manera que yo vea que puede ser más provechosa para cada pupilo.

Debo ser humilde y recordar que, por saber más que ellos, no significa que lo sé todo.

Debo recordar respirar profundo y pensar antes de abrir la boca o actuar con impulsividad para corregir a un alumno con una actitud en particular.

Debo aceptar que quizás el alumno al que enseño no aprenda nunca y que eso no necesariamente sea porque yo no supiera enseñarle, sino porque no estaba listo para aprender eso.

También debo recordar que el buen profesor sólo se mide en función de los alumnos problemáticos que logró educar firmemente sin aniquilarles su esencia más característica. Esa misma que tantas molestias causó al buen profesor que se desesperó y que casi lo llevó a medidas disciplinarias castrantes o coaccionantes.

Y claro, no puedo olvidar que, al final, el profesor es más alumno que el pupilo frente al que se detalla en explicaciones...

Gracias por hacérmelo ver, Y. aunque yo tardara en verlo...

03 mayo, 2006

Errores virtuales

Dicen que fue algún sabio griego quien dijo "errar es de humanos". Ya, vale, todo bien con eso. Que el ser humano implica que uno sepa de antemano que puede meter la pata en cualquier momento.

Pero no conforme con meter la pata en el mundo "real" también la metemos en el mundo virtual. En el mundo real tienen nombres complejos como "error por omisión" o "error por descuido" o "falla humana" (vaya redundancia esta!) y cosas por el estilo. Pero yo estoy mucho más acostumbrada a esa nomenclatura que a la de los errores virtuales.

Pongamos por caso mi vida internaútica. De vez en cuando inicio una búsqueda y justo el artículo que a simple vista parece el indicado para mis criterios maniqueos está protegido por una capa de invisibilidad a lo Harry Potter que me grita con burla maquiavélica un "error 404" y agrega una especie de excusa con un "not found" en el que se escuda mi infinita resignación.

Y ya, claro. Se lo pueden haber imaginado. A una niña curiosa como yo, de quien alguien dijera una vez "es que tú... y Pepito Preguntón, definitivamente!", no se lo podía ocurrir sino preguntarse si acaso habría un listín de errores virtuales.

Hoy justamente comentaba la cosa con un amigo...

R: hay un enlace hacia una info de lluvia de estrellas el enlace da error 404 not found!!!!
L: ese fulano error 404... que acaso hay varios tipos de error? Unos 403 mínimo... Y el 404 qué significa? Eso es el misterio de la tecnología...

Mi interlocutor me escuchó y paciente me respondió "si claro, el 404 lo que quiere decir es que la info ya no está alojada allí.. bien por que la borraron del servido o porque cambió la URL". Juro que me sentí ignorante con ese "sí claro" porque entendí, de zopetón, que para él (y quien sabe si muchos más) estaba muy claro que habían 404 errores virtuales... y como yo no conocía sino uno, máximo dos...

Ya, bueno, las definiciones poco importan. Para mí el "404" en la pantalla indica claramente "lo que usted busca no está acá... y es muy poco probable que lo consiga luego tampoco. Olvídese de lo que quería conseguir siguiendo este camino, váyase por otro lado, preferiblemente por donde vino. Atentamente, La Gerencia." Y ya sí que se imaginan que, por decirlo suave, se me fastidia el rato y la paciencia.

Lo que me sorprendió es que mi amigo continuó tratando de responder todas mis preguntas... "alguna vez me he tropezado con otro error, eso sí, no recuerdo el número... Si hay un error 404 ... y uno 403..."

Claro, mientras yo hojeaba unos 3 enlaces a vuelo de pájaro, salió mi amigo a ponerme " y por lo que veo también un 402... y 401.. déjame ver si hay un 399." Y yo pensando que mi amigo estaba más emocionado que yo por el hallazgo. Creo que yo sólo pensé "Diablos, algo más que tengo que leer y estudiar para no parecer tan inculta o quedada en este mundo virtual en el que vivimos anfibiamente..."Y en eso salió, como niño que descubre el mundo, mi amigo a decir " y sí lo hay... mira tú, cuántos errores podrán haber por ahí sin que uno se entere!"

Eso, exactamente eso. Que ya mi condición de humana me está dando miedo. Si en la vida real voy dando tumbos y me la vivo de error en error, desde deslices hasta metidas de pata en las que imploro a la Tierra su bondad infinita y desaparecer entre unas fauces que misteriosamente se le abrieran al piso en que me apoyo, pueden imaginarse el desasosiego aprensivo que me da saber que estoy sometida al capricho de hasta unos posibles 404 errores virtuales que ni sé en qué consisten!

Claro, ahora explíquenme cómo es posible que no se tenga un "terror patológico a embarrarla" como el que tengo yo? No, es que no se puede... en el mundo virtual me los enumeran ¿como para saber en que medida exacta soy imperfecta?

Y creo que prefiero los ambiguos y retorcidos nombres para los errores: error por omisión, por negligencia, de fatiga, por costumbre... que por lo menos con esos he vivido toda la vida y como no los conozco a todos y ninguno tiene nombre, no sé cuantos hermanitos estén por ahí sueltos y con la posibilidad de enturbiarme el día o el panorama!

Como no te puedo llamar, te escribo

Yo lo sé, tú me lo dijiste...

Yo lo sé, hasta me sonreíste cuando me lo dijiste. Se te veía un halo de luz y una calma perfecta en la mirada. Esos, tus ojos azules, me sonrieron llenos de luz.

Yo lo sé, tu sonrisa me dijo lo que tus labios no llegaron a decir. Y lo que tu serenas palabras me dijeron fue ensalzado por la serena expresión de tu rostro.Yo lo sé, amor, yo lo sé... pero hay gente que no lo entiende!

A mí me culpan, ahora, de que te fuiste. Sí, a mí. Yo sé que tú no me culpas de nada. Y sé que nunca dejaste de amarme. Sé que siempre me diste lo mejor que podías, sabías o sentías darme. Y sé que tú sabes que nunca dejé de amarte, ni aún en la distancia...

Quizás, por amar como amé siempre, por ser la que siempre fui contigo, también me extendí en cariño a seres que no lo merecían. Quizás, no lo sé, creyeron que mi amor por ti obnubilaría mi razón y me anularía la determinación. Quizás, no lo sé muy bien -me duele comprobar que así parece ser- yo nunca les importé tanto como ellos decían. Quizás, al final, sólo me aceptaron porque tú me amabas con todo lo que sentías, podías y sabías darme.

Unir pasado con presente no siempre es adecuado porque, al fin y al cabo, el pasado nos hizo llegar a este presente, y hemos de hacer con el presente lo que podamos para sacarle el mayor beneficio.

Inmensos se me han hecho estos 4 meses desde que me dijeras adiós, pensando en qué he de hacer con lo que se creó alrededor de nosotros. Tengo el resto de mi vida sin planificar. Vivo de a raticos, de “hoy” en “hoy”, de promesas renovadas cada día porque es lo más lógico, es lo más natural, es lo que es: no tenemos sino el presente porque el pasado ya fue y el futuro es un sistema de probabilidades.

Y así, se vive, probando a ver si en este partido con la vida uno gana, pierde o queda tablas. Más adelantico nos cae nuevamente un punto en el que hay que decidir y lo volvemos a lanzar todo a suertes y vemos que nos sale, por probabilidades... y si lo aprovechamos o no.

Acaso sea esa la lección más importante que me has dejado en el inmediato. Sé que muchas más me toca descubrir. Como la de no tenerle miedo a sentir. Como la de abrazar siempre a la verdad. Como la de espantarme frente a la apatía en la que me sigo revolcando a veces. Como la de no perder la fe en el mundo y seguir amando siempre... porque la gente no actúa por mal, sino por no saber cómo actuar bien...

¿Será?

Y entonces, dime, ¿qué he de hacer con esa gente que me acusa de tu partida y que de paso esgrime esa razón para continuar con sus pensamientos egoístas y sus avaricias personales? ¿Estaré siendo egoísta yo también al seguir mano a mano la discusión? O, ¿será que me toca vivirlo todo, palmo a palmo, para aprender cosas que me fragüen y me hagan más fuerte? ¿Por qué no se me da la respuesta? ¿Por qué todo se agolpa en mi mente y todo se confunde en mi corazón?

Algo en mi interior me dice que he de seguir porque tanto ellos como yo hemos de aprender de esto. Algo me dice que siga y no me retire sin pelear porque sus razones sensibleras para continuar con sus egoísmos y sus avaricias son las mismas que yo debo corregir o subsanar en mí. Algo me dice que nos toca vivirlo todo porque no podemos evadir los aprendizajes que nos harán crecer en entendimiento.

Lo que pasa es que me dolió mucho confirmar lo que la gente me decía y yo no terminaba de creerme. No dudaba que alguien pudiera sentir que era mi culpa, no me malinterpretes. Pero es que no me esperaba confirmarlo. Y menos me esperaba que lo usaran como argumento para algo material. Es que hasta ruin y bajo me parece!! No sé, no sé qué opines tú, pero hasta ruin y bajo me parece a mí...

En fin, era sólo por eso. Tenía que escribirte para decírtelo porque sé que te gustaría saberlo. Ya, notificado estás. Así son las cosas aquí y ahora en estos dos lados del mismo mundo. Es que no entiendo cómo siendo tan pequeña la casa en que vivimos, se crean tantos huequitos y recovecos miserables y oscuros.

Ahora, si puedes, hazme saber tu opinión y sentir al respecto. Dame consejos sobre lo que deba hacer o dejar de lado. Te cuento todo esto porque necesito tu opinión. Bueno, si no me quieres dar recomendaciones ni opinión, también sabré respetarte. Al fin y al cabo, sí que tendrás razón al decir “esa es tu vida...” Segurito que te voy a entender, de verdad que sí.

Y sí, por favor, quédate tranquilo. Al fin y al cabo tu y yo sabemos lo que es más importante y lo que tenemos que saber. Eso me basta y me sobra.

Gracias por estar allí siempre y por toda tu amabilidad, que siempre te caracterizó...

Un beso...