29 diciembre, 2006

Ella de paseo

Las calles de mi Caracas natal son, geográficamente hablando, salvajes. De un tiempo a esta parte, sobre todo durante el último gobierno, se evidencia más su maltratada superficie. La calzada está llena de baches, remiendos mal hechos que superan el nivel de las losas que le circundan, losas faltantes que dejan espacio para un pie o más de un pie y unos 3 cms de desnivel que, a veces, pueden ser razón suficiente para un paso inseguro de algún transeunte que resbale hasta dar de narices contra el piso...

Y sin embargo, caminando hoy por la Avenida Universidad, distraida viendo los colorinches de los vendedores ambulantes, oyendo el incesante vaivén de los carros en el tráfico pre-fin de año, un poco asfixiada por la humareda de un colectivo que arrancó al lado mío, me dí la oportunidad de observar un espectáculo no sólo conmovedor sino inspirador.

Su estatura? De poca importancia. Lo cierto es que en su andar se veía lo decidida y emocionada que estaba. Estaba resuelta a emprender esa enorme tarea de caminar por semejante avenida. Aunque sus pasos eran inseguros y hasta se tambaleaba, era algo digno de contemplar: una chiquita de algo así como un año, sujetada fuertemente por su mamá, empezaba a caminar en plena avenida Universidad. Iba con su paso firme, seguro y alegre, con sus ojos bien abiertos y viendo para todas partes mientras avanzaba con las piernas. Ni siquiera se le ocurrió titubear. Sólo se le enredaron los pies una vez y su mamá la sacó de asfalto y la llevó a sus brazos por un brevísimo espacio de tiempo. Tampoco, ante tanta novedad, le gustaba estar en brazos. Eso se veía a leguas.

En ese momento, hasta lo comenté en voz alta, pensé "qué maravillosa manera de caminar: usar una de las avenidas más concurridas del centro para entrenarse en el dificil arte de mantenerse erguido"

Hoy tuve el más hermoso espectáculo de los muchísimos que nos regala la vida cada día.

08 diciembre, 2006

Color esperanza

Sé que hay en tus ojos con sólo mirar:
estás cansado de andar y de andar
y caminas mirando siempre en un lugar.
Sé que las ventanas se pueden abrir,
cambiar el aire depende de tí.
Te ayudará, vale la pena una vez más
saber que se puede,
querer que se pueda,
quitarse los miedos, sacarlos afuera,
pintarse la cara color esperanza
y entrar al futuro con el corazón.

Es mejor perderse que nunca embarcar,
mejor tentarse a dejar de intentar,
aunque ya ves que no es tan fácil empezar.

Sé que lo imposible se puede lograr,
que la tristeza algún día se irá
y así será.
La vida cambia y cambiará:
sentiras que el alma vuela
por cantar una vez más

Saber que se puede,
quere que se pueda,
quitarse los miedos,
sacarlos afuera,
pintarse la cara color esperanza
y entrar al futuro con el corazón (bis)

Vale más poder brillar que sólo buscar ver el sol
Pintarse la cara color de esperanza y entrar al futuro con el corazón

Color esperanza. Del album "Un mundo diferente" de Diego Torres

Esta época es la que le toca la tecla de la reflexión a todo el mundo...
Por estas fechas empieza la gente a ver qué hizo con su vida, qué le pasó en el año, que logró y qué se le quedó en el tintero.
Lejos de hacer eso, yo reconfirmo cosas...

Un buen amigo argentino me decía hace casi un año, que Buda decía que el hombre era como la flor del loto: "de lo más podrido, lo más pestilente y lo más asqueroso del mundo como es un pantanal, sale una flor hermosísima, elegantísima y super delicada como es la flor de loto. El hombre es parecido, sabe? De lo peor, de lo más triste, de lo más doloroso, sale el hombre más puro, más sabio y más grande que se imagine." En la época, él lo decía porque yo estaba pasando por lo peor de mi vida en ese y todos los momentos anteriores. Y me decía que a mí me esperaba lo mejor de lo mejor, que el mundo se encargaría de hacerme florecer, que la vida me daría razones para cambiar las lágrimas por sonrisas.

... En estos días lo recordé a él... hoy me habló un paisano de él a través de una canción...

Sé que se puede, quiero creer que se puede siempre. Me quito de a pocos los miedos y los saco afuera, los venteo, los estiro y los amaso, los decoro y los asoleo. No es nada fácil empezar, eso también lo sé.

Sé que lo imposible se puede lograr y estoy comprobando que la tristeza se va, de a pocos pero se va. Sé, también, que la vida cambia. Me cambió, me cambia y me seguirá cambiando pero la vida misma, ella, también cambia. Se expande, se encoge, se enrrolla y se pliegua, se desdobla y se abanica y nos sorprende con cambios a la vuelta de cada calma que creíamos tener.

Sé que el alma a veces, sólo a veces, si uno la deja libre, vuela alto y hasta nos hace cantar y bailar también.

Así, me doy cuenta que las veces que decidí seguir en la proa, mirando hacia el horizonte, confiando en que el azul y el gris de los cielos y el negro y el verde de los mares habrían de dar color a mi turbia mirada, dejando que las lágrimas volaran de mis ojos a mis sienes y de allí al mismo mar, valieron la pena.

Sé que basta con pintarse la cara de color esperanza y creerse invencible con esa máscara para que la vida, tras enfrentarte a tus monstruos y regalarte sonrisas, te convenza de que simplemente con tu corazón basta para entrar de lleno al futuro, a ese hermoso desconocido que te regala lo mejor y lo más lindo que hayas podido tener nunca: lo que no creiste posible.

Y es que "los jazmines serían plantitas silvestres si no florecieran"...

04 diciembre, 2006

Ayer

Pero es que yo no me lo podía creer, ¿sabes? No importaba quién me lo dijera, no era verdad. No podía ser verdad, ¿sabes? Además, ¿por qué tenía yo que creer en lo que le dijera a mi hermano el amigo de él? ¿Ese pelele? Un nulo, pues. ¿Qué tenía él que decirme a mí de nada? Ni a mi hermano. Simplemente, no era verdad.

Hasta que mi hermano me dijo que sí, que él le creía, que quizás sí podía ser verdad, que el tipo sería un nulo pero parecía, y cito textualmente: "una vieja de pueblo para esas cosas". Bueno, debe ser que se la vive chismeando, como hacen las viejas de esos pueblos chiquiticos. Y, lo que más me asustó, fue que mi hermano me dijo que ponerle un investigador privado, le costaría mucho más de la mitad de sus ingresos mensuales, pero que se lo había pensado sólo para confirmarlo.

¿Un investigador privado? ¿Te lo imaginas? Me quedé con la boca así. ¿Quieres azúcar? Y me quedé pensando en la cosa... y de repente me dió como un pasmo así, como en el corazón, como si me fallara el aire ¿sabes?. ¿O quieres que te le ponga miel mejor? Bueno, pero seguí aferrándome a mis ideas, a mis pensamientos, a mis recuerdos. Pendeja. Una que es estúpida. Siempre lo he dicho, una solita es la que permite que los hombres la jodan. Los hombres serían menos malos si una fuera menos pendeja y novelera para vivir la vida.

Y lo ví a los ojos, a mi hermano, mientras me decía: es que si pudiera, lo majaba a golpes. Y me largué a llorar, viendo la escena de mi hermano golpeándolo hasta dejarlo inconsciente, pensando en los planes que tengo ya hechos con Alberto, en los niños, en la casa y el matrimonio. Me dio como algo en el corazón y me puse a llorar. Mi hermano me veía fijo y me decía que lo sentía, que lo que menos hubiera querido era tener que decírmelo, que él no lo había visto pero sí le creía a "una persona de confianza".

¡Porque esa fue otra! ¡Lo que me costó sacarle quién era el idiota que lo había visto! Es que los hombres son otros pendejos: se la dan de detectives y se ponen misteriosos y ocultadores y se guardan todo detrás de un "es que no te quiero decir porque no es ético". Claro, pero el muy animal me llama al trabajo, antes de almorzar, y me dice que tiene que decirme algo que no puede contarme en ese instante sino a la noche. Como le dije que a la noche no iba a llegar antes de que él se fuera a su trabajo y que por favor me dijera, se la montó muy detectiva y dijo que no era ético contármelo por teléfono. Y entonces se me salieron los apellidos de soltera más los de casada y le dije que si no era ético, entonces para qué carajos llamaba para quitarme la calma del resto del día; que si acaso quitarme la calma y tenerme en ascuas hasta el otro día o el fn de semana, cuando pudiéramos vernos y hablar, sí era ético; que para la próxima vez, se buscara horarios más éticos para joderme la calma. Entonces me dijo así, con voz grave y susurrada en la bocina, "bueno, es para decirte que te andes con cuidado con Alberto".

¿Que me ande con cuidado con Alberto? ¿Que me cuide de quién? ¿De qué? ¿De Alberto? ¡Pero si el tipo es mi esposo! ¿Cómo diablos me voy a andar con cuidado con él? ¿Era mafioso acaso? Y yo no lo sabía. No, mejor aún, que era un científico nuclear muy valioso y yo ni me enteraba de que tenía un genio en casa. O un espía. Y le dije "¿Se puede saber qué mierdas significa que me ande con cuidado con mi esposo y el padre de mis hijos y la mitad de mis últimos 15 años?"

Y ahí fue que me dijo que una persona había visto salir a Alberto cogido de la mano con una tipa de pelo castaño, corto. Pero salió a los pocos minutos de que lo había visto esta persona y se veían, él y la tipa, muy acaramelados.

Allí fue cuando el mundo se me empezó a caer. Pero no me largué a llorar sino a la noche, cuando llegué a la ducha. En el trabajo no hice nada, ni me lo tomé como si hubiera sido conmigo. Hice como si fuera un comentario de esos que me hacen a mí del tipo "ay! te ví el otro día en tal parte", y resulta que no fui a esa parte sino a cualquier otra ese "otro día" que me comenta la persona. Era como cualquier cosa, creo que todavía no lo había procesado. Pero en la noche me pasó por la cabeza el asunto no más entrar a la casa y ver sus pantuflas.

Luego de que lloré y lloré, me lo tomé con calma y me dije "¿y si fuera que lo confundió con otro?" ¿Sabes? Así como pasa conmigo, que la gente me ve donde no estoy. No, esa está quemada, agarra la otra galletita. Pues entonces no le presté más atención al asunto. Y si Alberto fuera del tipo negligente y descuidado con una, te lo admito. ¿Pero así de atento y caballeroso como es él siempre? Me quité esas locuras de la cabeza. Sin embargo a una le queda así como una cosita por dentro, como si el corazón latiera raro, ¿sabes?

Y el otro día lo ví, con mis propios ojos. Si no era así, creo, no me lo iba a creer. Pero es que tampoco tenía que ser tan cruel la vida, ¿no crees? Eso de ver a tu esposo, el hombre con quien compartes desde algo tan frío e impersonal como una hipoteca hasta algo tan íntimo como tu cama, ¿saliendo del cine, cogido de manos con una tipa de pelo castaño, sonriendo felíz como creías que lo hacía sólo contigo?

¿Me puedes buscar un vasito con agua? Es que no me siento bien del corazón.