Un osito de peluche
Regresé a mi pasado que, parcialmente, no existía ya. Regresé a mis cosas que, parcialmente, ya no me reflejaban. Regresé a mi familia que, parcialmente, seguía siendo mía. Todo y todos cambiamos en ese año y 2 meses en que estuve dando vueltas por el mundo.
Sigo tratando de ver en qué momento me perdí o me reencontré (todavía no sé cuál de las dos será) y me hizo cambiar tan drástica y profundamente en tantas cosas. Cambié en todo sentido posible, menos el aspecto físico y el nombre y apellido con los que me paseo por la vida: del azul al rojo, de la lasagna (pasticho) al vegetarianismo ovolácteo, de la irrenunciable comodidad de los pantalones a la juguetona vaporosidad de una falda larga, del look depurado y techno al hippie-ecléctico-fashion-chic. Pónganle el nombre que sea, cambié en todo sentido medible o comprobable que les parezca posible.
En el aspecto emocional, espiritual e ideológico el cambio es igualmente profundo pero de lejos mucho menos comprobable: del pavor a la soltería al terror a la pérdida de la irrenunciable libertad personal, de la resignación en aras del amor a la lucha por aprender a amar de verdad, de la laxa suposición de que todo nos es dado y sólo debemos buscar más a la visión de aprender a ver cada detalle de cada cosa en cada momento, de un permanente vacío a una total llenura... Cambié en muchas cosas de formas muy drásticas e inexplicables.
Amargamente, algunos me reclaman el ser distinta ahora. Lacónicamente respondo "no podía ser de otra forma, a vuelta de un año y dos meses tu también cambiaste, no?" He aprendido a ser lacónica. Casi siempre somos dueño de lo que callamos y esclavo de lo que decimos. .
"Lo único constante es el cambio" dijo una vez mi profesora de la materia de Ciencias de la Tierra, en secundaria. Nunca olvidé esa frase y ahora, como nunca antes, me golpea en la cara. Y se me ocurre que podría agregarle "y al cambio hay que darle paso".
Así, a no más de 36 horas de haber pisado mi suelo natal otra vez, comencé a reorganizar mi vida física siguiendo mis inclinaciones emocionales, espirituales e ideológicas. Al final me quedé con una crisis de identidad: "si yo antes me veía y sentía reflejada en esa cosa y ahora me es indistinta, quién soy yo ahora?!"
La reorganización física, en eso tienen sentido los postulados del Feng Shui, trajo aparejado cambios a nivel personal que hicieron que esa crisis existencial desapareciera y diera lugar a una aceptación gozosa de "mi nuevo yo" que ha derivado en cambios a nivel espiritual, profesional, emocional e, incluso, sentimental...
El paso final era la remodelación de la apariencia de mi cuarto. La visita de una amiga que viene de Inglaterra me hizo ponerle plazo finito a la postergada remodelación de la fachada de mi cuarto. Apenas Bs 60.000 (unos 20 Euros) bastaron para pasar de un pequeño y abigarrado cuarto a un aparentemente espacioso y muy acogedor espacio que funciona como cuarto y sitio de meditación...
Pero allí, encima del gavetero, al fondo de mis prioridades, igorado en mi frenesí remodelador, surgió un oso de peluche que me recordó el principio del todo. Ese oso amalgama la historia del cómo conocí a mi amiga que viene de visita y la del cómo conocí al ser que me llevó a explorar mis límites en Bélgica.
Empecé a verlo como hasta ese momento no lo había visto. Aclaro, su presencia me había incomodado pero yo me decía "es un montón de pelusas e hilos, tu puede con eso! Con no recordar sino las cosas bonitas sin insistencia, basta y sobra. Es más, te servirá de terapia para que midas tus progresos..." Y lo dejé. Hoy, sin embargo, no pude sino decirme abiertamente "si te estorba, sácalo! No tienes por qué torturarte cada día o cada vez que lo sientas así, no te mereces ningún tipo de maltrato y menos infligido por tí. Ua sanarás, de la forma que debas, sin necesidad de este objeto!"
De una se me vinieron los recuerdos a la cabeza y me largué a llorar...
Y lo regalaré o lo donaré, pero ya veo que los osos de peluche y yo, de aquí en adelante, no tendremos la misma relación...