06 junio, 2006

Carta a un tal T

Querido T,

Me preguntas si volvería a Bélgica. Si iría a Bélgica otra vez...

Y me quedé callada. Oía esta canción de Enya (A day without rain) y me sentí que estaba en mi silla roja y negra, frente a ese horrible escritorio gris de profesora de escuela primaria, jugando con mi computadora de pantalla divina y de teclas silenciosas al presionarlas.

Me ví allí, en ese cuarto de paredes amarillas y piso de linóleo gris con manchitas blancas y negras. Allí, con esa ventana blanca a mi izquierda, con el nogal al fondo, entre mi ventana y un cielo gris de nubes bajas, oscuras arriba y semi blancas abajo. Como si el cielo se cuidara de tocar la tierra con tanta negrura porque fuera algo indebido o prohibido. Siempre eran más blancas abajo y más negras arriba, sobre mi cabeza, ¿sabes? Y no sé por qué siempre subía la vista. Debe ser porque quería verificar que el sol simplemente se escondía detrás de ese abrigo de nubes, no que no estaba, sino que simplemente a mí me abrigaba un edredón de gris y plomo... y que el sol seguía allí pero yo no podía verlo. Porque, aún cuando salía, nunca calentaba.

Me hiciste esa pregunta y me quedé calladita... sé que he de regresar algún día. Y sé que lo viste en mis ojos y que no me dijiste nada. Y, quizás, por no saber la respuesta, quizás porque decir "nunca más" parece que fuera una provocación para el futuro, te dije "no lo sé, no ahora por lo menos..." Es verdad, no me siento capaz de ir a Bélgica y enfrentarme a mis recuerdos.

Me lo suponía entonces, cuando hablamos, pero lo confirmé ahora, hace poco. Arreglando cosas en una gaveta que quería "ordenar", me encontré con fotos viejas y cayó en mis manos una en la que aparece mi familia en diciembre y estaba él allí. Lo ví, con su sonrisa espontánea y me sonreí como tantas veces cuando lo ví feliz. Me encantaba verlo felíz. Por la felicidad de los que uno ama, creo, se puede dar la vida... y se es felíz. Allí entiendo tanto a R, mi amigo en Chile...

Pasé a otra foto y lo ví allí, con la cara seria, casi como molesto. Y me recordé de tantos días y noches que pasé pensando en por qué estaría siempre molesto, en por qué nunca sería felíz, en por qué nada de lo que yo hiciera lo hacía felíz. Hasta que me convencí que no era yo o mis "pocos esfuerzos", sino su temperamento, que él era así. Que nunca nada lo haría felíz porque él era así. No "inconformista" porque no considero que para ser felíz haya uno de ser conformista, sino "desagradecido". Esas simplezas como ver florecer una relación de amistad o de pareja le eran cosas que consideraba como logros y, una vez alcanzadas, no se interesaba en el abono o desmalezamiento. Y la amistad, ya lo sabemos tú y yo, como en la rosa del Principito, es una planta que hay que cuidar... no digamos las relaciones de pareja!

Oigo la canción y veo al nogal, desnudo, moverse como entonces. Esos días de preludio a otra estación fría, cualquiera. Me gustaba más cuando estaba sin hojas que cuando estaba en verano. Ya sé, soy una inconsistente, una incoherente, una absurda. Pero el nogal en otoño o invierno o primavera era precioso: no tenía una sola hoja y parecía una filigrana que se alzaba, insolente e imponente, contra el cielo gris, o plomo, o blanco, o azul. Insolentemente desnudo en medio de tanto frío. Imponentemente vivo frente a tanta muerte. Hasta la del espíritu de la gente.

Con las hojas parecía morir la simpatía y la alegría de las gentes. Con las hojas parecía renacer una especie de secreto que sólo la naturaleza entendía y escondía. Nos lo tapaba de la vista y nos lo ponía bajo tierra o entre los árboles...

Oigo esta canción y me acuerdo de lo que sentía al salir a ese jardín que se cubría cada vez más de lodo y menos de colores. Que se llenaba más de maleza y se vaciaba de olores. Que se moría como todo y se hacía menos vivible a través de los "días oscuros". Esos días sin luz casi, en los que el sol salía recién a las 9 de la mañana y se ponía a las 4 pm. Esos mismos en los que me sentía que estudiaba de noche porque salía de noche de la casa y llegaba de noche a la casa y el día transcurría sin yo poder verlo. A veces, prefiriendo no verlo. A veces, sabiendo que la lluvia lo llenaba entero.

Te oía preguntarme eso con esta canción al fondo y me pasaron por la mente tantas cosas. Y sé que me viste fijo, que te me quedaste viendo fijo. Que no fue casual, que fue a drede. Tu buscabas en mí, en mis ojos, una respuesta que creías que no quería darte. Pero, has de excusarme, yo no sabía cual darte. Yo no tenía respuestas para mí, menos para tí. Sé que debí responder tal y como me sentía en ese momento: "ni sé, ni quiero saber... a veces. A veces sí sé... pero sólo no sé ni me interesa saber, creo.... o no sé y tampoco quiero saberlo... no sé ni que es "no sé"... pero no te voy a decir "no" de plano porque no sé qué será mañana de mí. O sí sé, pero no quiero ocuparme de eso ahorita. Sí, es más bien eso, no quiero ocuparme de eso ahorita...No quiero ocuparme de eso ahorita, T..."

Llueve en mis recuerdos ahora. Hace rato lloraba recordando la foto en la que él sale con sus ojos azules, así como lloré cuando lo ví molesto por nada. Esos ojos azules que tanto ví, que tanto me dijeron, que, como a nadie, me lloraron. Esos ojos azules que hoy no conseguiré ni quiero buscar, en ninguna persona. Esos ojos azules que tenían un secreto bien guardado allí, sobre la nariz, entre las cejas. Y procuré acariciarme ese pedacito en mi rostro sin lograr sentir lo que sentía en ese mismo pedacito del rostro de él.

Oyendo la canción ahora, me acuerdo que en el momento en que me hiciste la pregunta me quedé muda, viéndote fijo, te respondí, volteé a ver por la ventana y se me salieron las lágrimas. (Ahora también salen. ¿Serán peregrinas las lágrimas? nunca se están en un sitio, o en el sitio en que deben estar). Me abrazaste y te abracé. Y luego del abrazo, pensando en tantas cosas, te acaricié ese mismo pedacito del rostro, de la frente, y te sonreí entre lágrimas. ¿Te acuerdas? y me veías con ternura y sorpresa entremezcladas. Me veías con afecto y con asombro. Me preguntabas con tus ojos, la boca cerrada, y te respondí "nada, sólo me provocó..." ¿Te acuerdas? Era para confirmarme que nadie es igual a nadie y que hasta en eso, todos somos distintos: ese pedacito, en tu frente, es totalmente distinto al mío o al de él. Es un recordatorio más de que todos somos sólo uno. Irrepetible. Increible. Constantemente en construcción.

Ya sé que hasta ahora no entiendes por qué te escribo. No tengo propósito fijo. Sólo me sentí con ganas de contarte todo lo que pasó por mi mente cuando me hiciste esa pregunta el otro día. y debe ser porque terminaba de leerme un correito electrónico que me mandabas para saber cómo estaba "porque el otro día te ví algo afectada. Perdóname si te removí algo por dentro, después me sentía culpable".

No, no me revolviste nada, T. Absolutamente nada. Me confirmaste cosas. Estoy en una etapa de "grises" y las confirmaciones son importantes porque verifican mis sospechas, mis "creo que". Me devuelven la paz... Gracias por confirmarme cosas, por hacerme llorar sin ser tú el que lo provocara todo. Gracias, sobre todo, por ayudarme a llorar... eso de contar con alguien que sin una palabra te dice tanto cuando estás llorando por tantas cosas, pensando en tantas cosas, temeroso ante tantas cosas, es una cosa mágica. Más que las mías... esas que tu temes por inexplicables e ilógicas, pero que dices que en mí abundan.

Gracias por ser un ser de magia...Querido T

1 Comments:

Blogger Daniela Dijo...

Que decir... volver atrás y revivir es un deber y un derecho de todos, con dudas o con emoción. Dicen que no es sano, en vez yo creo lo contrario. Que llega un momento en que ciertas emociones ocupan el lugar de las viejas, pero que en algún rincón, esos , nuestros recuerdos, nos hacen ir a un sitio que creíamos olvidado donde dejamos el pasado. Entonces, no sé decirte si uno se acostumbra pues, se pone cómodo, se sienta en un sofá con el dolor o, si es que te afecta menos y te hace crecer.

10:24 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home