Ella de paseo
Las calles de mi Caracas natal son, geográficamente hablando, salvajes. De un tiempo a esta parte, sobre todo durante el último gobierno, se evidencia más su maltratada superficie. La calzada está llena de baches, remiendos mal hechos que superan el nivel de las losas que le circundan, losas faltantes que dejan espacio para un pie o más de un pie y unos 3 cms de desnivel que, a veces, pueden ser razón suficiente para un paso inseguro de algún transeunte que resbale hasta dar de narices contra el piso...
Y sin embargo, caminando hoy por la Avenida Universidad, distraida viendo los colorinches de los vendedores ambulantes, oyendo el incesante vaivén de los carros en el tráfico pre-fin de año, un poco asfixiada por la humareda de un colectivo que arrancó al lado mío, me dí la oportunidad de observar un espectáculo no sólo conmovedor sino inspirador.
Su estatura? De poca importancia. Lo cierto es que en su andar se veía lo decidida y emocionada que estaba. Estaba resuelta a emprender esa enorme tarea de caminar por semejante avenida. Aunque sus pasos eran inseguros y hasta se tambaleaba, era algo digno de contemplar: una chiquita de algo así como un año, sujetada fuertemente por su mamá, empezaba a caminar en plena avenida Universidad. Iba con su paso firme, seguro y alegre, con sus ojos bien abiertos y viendo para todas partes mientras avanzaba con las piernas. Ni siquiera se le ocurrió titubear. Sólo se le enredaron los pies una vez y su mamá la sacó de asfalto y la llevó a sus brazos por un brevísimo espacio de tiempo. Tampoco, ante tanta novedad, le gustaba estar en brazos. Eso se veía a leguas.
En ese momento, hasta lo comenté en voz alta, pensé "qué maravillosa manera de caminar: usar una de las avenidas más concurridas del centro para entrenarse en el dificil arte de mantenerse erguido"
Hoy tuve el más hermoso espectáculo de los muchísimos que nos regala la vida cada día.
Y sin embargo, caminando hoy por la Avenida Universidad, distraida viendo los colorinches de los vendedores ambulantes, oyendo el incesante vaivén de los carros en el tráfico pre-fin de año, un poco asfixiada por la humareda de un colectivo que arrancó al lado mío, me dí la oportunidad de observar un espectáculo no sólo conmovedor sino inspirador.
Su estatura? De poca importancia. Lo cierto es que en su andar se veía lo decidida y emocionada que estaba. Estaba resuelta a emprender esa enorme tarea de caminar por semejante avenida. Aunque sus pasos eran inseguros y hasta se tambaleaba, era algo digno de contemplar: una chiquita de algo así como un año, sujetada fuertemente por su mamá, empezaba a caminar en plena avenida Universidad. Iba con su paso firme, seguro y alegre, con sus ojos bien abiertos y viendo para todas partes mientras avanzaba con las piernas. Ni siquiera se le ocurrió titubear. Sólo se le enredaron los pies una vez y su mamá la sacó de asfalto y la llevó a sus brazos por un brevísimo espacio de tiempo. Tampoco, ante tanta novedad, le gustaba estar en brazos. Eso se veía a leguas.
En ese momento, hasta lo comenté en voz alta, pensé "qué maravillosa manera de caminar: usar una de las avenidas más concurridas del centro para entrenarse en el dificil arte de mantenerse erguido"
Hoy tuve el más hermoso espectáculo de los muchísimos que nos regala la vida cada día.