16 octubre, 2006

De bordes y expansiones

La herida que los Nazgul causaron en el hombro a Frodo, nunca sanó. Cada vez que era confrontado con las fuerzas del oscuro Saurón, Frodo sentía o veía cosas. El punzante dolor y la grave herida que casi lo hizo abandonar su condición de "ser de luz" por la de "esclavo de las tinieblas", amplió la visión de Frodo, lo hizo consciente de ciertas cosas, lo enfrentó con su miedo más terrenal (el temor a lo desconocido) y lo hizo "elevarse" por encima de sus limitaciones pues comprendió qué se necesita, cómo se siente y qué tan fácil es llegar al borde de uno mismo.

Irónicamente, al hacer un paseo hasta "el borde del ser" y ver lo que se necesita para llegar allí, ese borde se volvió a ampliar. Llegará el momento en que Frodo se dé cuenta de que sus bordes se ampliaron y, ciertamente, también llegará el momento en que ese límite vuelva a ser explorado. Eso es lo que se llama "crecer" o "aprender". Yo, prefiero llamarlo "evolucionar".

Eso mismo que le pasó a Frodo, nos pasa a los humanos. Lo acabo de descubrir porque me dí cuenta de que hoy vuelven a ponerse a prueba mis límites. A partir de hoy, y hasta el 11 de noviembre por lo menos, empiezo a tantear mis bordes y descubro que ya no están allí. Y sé que más temprano que tarde volverán a ampliarse.

Anoche llegué al anochecer a casa y la pequeña y leve neblina que descubrí en las calles me hizo pensar en la cercanía de Navidad, en el invierno con el que se suele asociar estas fechas en el otro lado del mundo donde alguna vez viví. Me puse a pensar en que nunca celebré la navidad allá, según otras maneras. Hubiera querido hacerlo, pero no hubo ocasión. Las cosas ocurrieron así.

Al rato empecé a sentir una molestia en mi tobillo. Lo había olvidado: el frío siempre hace doler mi tobillo, ese que no llegué a lastimarme del todo al caer por la escalera allá, en el norte del mundo, en la Bélgica donde nunca viví una navidad. Recuerdo todavía al médico diciéndome "sólo te sobre-extendiste los tendones. Hubiera sido mejor que te fracturaras, así habrías sanado del todo". No fue así, no está siempre en nuestras manos el escoger lo que nos haya de pasar...

El frío del invierno acá me ha recordado una vieja herida de allá... un par, quizás...

Cada mes de mi vida está marcado por tres eventos muy personales: Los 11 y 12 de cada mes celebro una pequeña (pero grande) dicha, tanto a nivel de "evolución" espiritual como a nivel emocional: la presencia de ese ser que comparte ahora mi camino y que me enseña tanto cada día sobre la lección más importante que tenemos que aprender los seres humanos: el amor. Además, los 11 de cada mes son días de reflexión personal en torno a mi retorno-partida y son la fecha del calendario para para apreciar y agradecer todo lo que tengo, lo que gozo, lo que me rodea y lo que tanto añoré en esa ausencia en el norte del mundo. Finalmente, Los 16 de cada mes se cumple otro mes del despegue triunfal de aquel que, sin proponérselo, me dejó tantas lecciones sobre el amor y que, creo yo, fue responsable de que yo me tropezara con este ser que comparte ahora mi camino.

Pero hoy me puse a pensar que el 11 de noviembre estaré explorando, simultáneamente, los bordes de mi ser en varios sentidos: la dicha de ver que se casa un ser que amo con todo mi corazón.. lo que implica un adiós y un cierre de un ciclo que nos tiene ansiosos en casa ahora mismo; la felicidad de poder compartir ese momento con otro ser que ha llegado a convertirse en alguien muy importante en mi corazón; la certeza de saber que nos falta alguien en la celebración y que sabrá hacerse presente, de otra forma, allí. Además, será el aniversario de otro mes de mi regreso, un regreso que no hubera sido posible sin un adiós simultáneo, y estaré en ese día y a esa hora en nuestro invierno, sintiendo en mi tobillo la marca del antiguo borde de mi espíritu, la sede de la certeza de que habría de venir un nuevo límite...

Y nada, quizás el cielo gris-blanco y el poquito frío que hace en Caracas me hicieron recordar lo mucho de gris, blanco y frío que viví allá, durante los dos adiós, los dos grandes viajes y la única añoranza que viví en el norte de ese invierno que se nos adelantó este año por aquí.

"Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a cruzar." A. Machado.

Vayan por delante sus palabras, bardo. Yo sé que hoy estoy donde nunca pensé estar, haciendo lo que nunca soñé hacer, compartiendo con la gente que nunca creí que podría estar... Y la vida sigue. y sé qué es lo que nunca volvería a hacer.