19 julio, 2006

Hervé Joncour y yo

"Hervé Joncour entregó los huevos a los sericicultores de Lavilledieu. Después, durante días, no apareció por el pueblo, abandonando incluso el habitual, cotidiano paseo hasta el café. A comienzos de mayo, suscitando el estupor general, compró la casa abandonada de Jean Berbeck, aquél que un día había dejado de hablar y hasta la muerte no había hablado más. Todos pensaron que tenía en mente construir allí su nuevo laboratorio. Él ni siquiera empezó a limpiarla. Iba de vez en cuando y permanecía, solo, en esos cuartos, nadie sabía haciendo qué. Un día llevó a Baldabiou.

-¿Pero tú sabes por qué Jean Berbeck dejó de hablar?- le preguntó.

-Es una de las tantas cosas que no dijo nunca.

Habían pasado años, pero los cuadros todavía colgaban de las paredes y las ollas del secadero, al lado del fregadero. No era una casa alegre y Baldabiou, por él, se hubiera ido enseguida. Pero Hervé Joncour seguía mirando fascinado aquellas paredes enmohecidas y muertas. Era evidente: buscaba alguna cosa allá adentro.

-Tal vez la vida, a veces, te cambia de una forma que no hay más que decir.
Dijo.
-Nada más, para siempre.

Fragmento del libro Seda, por Alessandro Baricco.

Entiendo a Jean Berbeck. Y también a Hervé Joncour. Incluso, a Baldabiou.

Berbeck juró un día no hablar más y así lo hizo. El viejo, años después, murió. Como todo el mundo en Lavilledieu. Pero su muerte fue un tanto importante y tuvo resonancia en la memoria colectiva de Lavilledieu porque se llevó a la tumba la razón de su silencio.

Entiendo a Jean Berbeck: por alguna razón, la que sea, decidió hacer algo y no tuvo intención de que nada o nadie viniera a interrumpirle sus planes y mantuvo su palabra hasta el fin. Eso es, quizás, lo que, en mi visión, perturbó o sacudió más al pueblo: Berbeck fue fiel a su sentir y sus palabras.

Baldabiou respetó la decisión del viejo Berbeck. Pero se sintió que eso no era asunto suyo pues, tal parece, nunca se sintió tentado a saber el por qué Berbeck había guardado silencio desde cierto momento de su vida hasta su muerte.

Entiendo a Baldabiou: cada quien tiene la potestad de hacer con su vida lo que le plazca y yo tengo el deber de respetar sus decisiones. De hacerlo así, me aseguro de que, el día de hoy y mañana, la gente respetará mis decisiones también. Porque nadie sale a criticarle la vida a quien ha sido como son los Baldabiou del mundo.

Hervé Joncour, por su parte, veía el misterio de Berbeck como algo fascinante y, desde su perspectiva, trata de explicarlo: "Tal vez la vida, a veces, te cambia de una forma que no hay más que decir...Nada más, para siempre." Y le parecía tan fascinante como la casa misma de Berbeck por la misma razón que le atraían las ollas y las paredes mohosas: buscaba algo allí adentro que en su cotidianidad y sus costumbres ya no encontraba. Trataba de entender, quizás, cómo era que Berbeck había llegado a esa decisión.

Entiendo a Hervé Joncour: cuando la realidad se te hace incomprensible, has de seguir lo que tu interior te dice y tratar de buscar algo que te haga realmente felíz contigo mismo. De lo contrario, toda tu vida la puedes asistir, no vivir.

A veces la vida te cambia profundamente. Tanto, que hasta se te hacen absurdas algunas cosas. Así, entiendo a Jean Berbeck y a Baldabiou. Pero, sobre todo, entiendo a Hervé Joncour.

Y lo lamento por todos aquellos en Lavilledieu que esperan que les dé razones o que actúe según la opinión general. si soy com Baldabiou, espero que sean así mismo conmigo. y ando en la búsqueda que me develva mis intereses, en la casa de un hombre tan sólido como Jean Berbeck...

...yo misma.

1 Comments:

Blogger Danann Dijo...

Seda me pareció un libro precioso que devoré en una tarde. Me han gustado tus reflexiones.

Se tú.

8:54 p. m.  

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